Las comunidades energéticas ganan terreno en España
Un problema recurrente en la UE es que los sistemas energéticos tradicionales siguen dominados por centrales eléctricas centralizadas de combustibles fósiles, lo que a menudo frena la transición hacia objetivos climáticos más ambiciosos. España no es ajena a ello. En la actualidad, la generación de electricidad del país representa casi el 15% de sus emisiones globales de gases de efecto invernadero, ocupando el tercer lugar después del transporte (30%) y la industria (18%).
La buena noticia es que los últimos cinco años también han sido cruciales para desarrollar nuevas soluciones que frenen las emisiones y mejoren la eficiencia energética. Por ejemplo, para reducir los gases de efecto invernadero, la UE ha aprobado varias políticas que promueven un sistema energético más descentralizado, lo que permite el florecimiento de iniciativas locales. Uno de los esfuerzos más prometedores es la implantación de comunidades energéticas, campo en el que España ha tomado la delantera.
Estas iniciativas son un desarrollo relativamente reciente en España, que solo cobró impulso a partir de 2019, cuando se introdujo la normativa nacional sobre autoconsumo colectivo e instalaciones fotovoltaicas. Desde entonces, sin embargo, se han ido expandiendo de manera constante, aunque alcanzar e informar al público sigue siendo un desafío.
«La mayoría de la gente en España no sabe lo que es una comunidad energética», dice Javier Muñoz, de Km0 Energy. «Para que se sumen, hay que mostrarles resultados tangibles, como reducir el consumo de energía un 30% o un 40%». Km0 es una pequeña empresa con sede en Barcelona que actualmente promueve nuevas soluciones energéticas a nivel local. La empresa colabora con la Diputación de Girona (Cataluña) y desempeña un papel fundamental en el centro de demostración local de Reschool, un proyecto financiado por la UE.
En concreto, Muñoz y su equipo actúan de puente entre los objetivos del proyecto y las comunidades energéticas locales de los pueblos de Amer, Rupià, Cellera de Ter y Cornellà de Terri. El proyecto pretende ampliar las plantas fotovoltaicas, desarrollar sistemas de almacenamiento y evaluar el diseño de la red local. En total participan noventa hogares, treinta instalaciones públicas y dos empresas locales.
El piloto de Girona pretende ir más allá de los modelos tradicionales de autoconsumo colectivo. Muñoz subraya que los participantes deben primero entender el modelo y confiar en él. La Diputación y Km0 Energy han organizado una serie de reuniones para sesiones a los ciudadanos. «Siempre empezamos con un diálogo abierto a todo el municipio para mostrarles los beneficios que pueden obtener», explica Muñoz. […] Nuestra esperanza es que este enfoque desmitifique el proceso y fomente una participación más amplia».
Según Muñoz, las comunidades energéticas españolas ya han contribuido a cambios políticos significativos, con un cambio notable en la gestión de la energía y una tendencia creciente hacia las instalaciones de autoconsumo colectivo. «Las comunidades energéticas nos demuestran que un modelo descentralizado es viable y que los ciudadanos pueden desempeñar un papel central en la transición energética».
Otro ejemplo prometedor se encuentra también en Guernica, en el País Vasco. El primer proyecto energético comunitario de la ciudad se creó hace tres años a través de la euskal etxea local, la escuela San Fidel Ikastola. El edificio cuenta ahora con 200 paneles solares que suministran energía renovable al colegio y a las infraestructuras que lo rodean, entre ellas 140 familias, comercios y edificios públicos como la Casa de Cultura.
El proyecto -parte de otra iniciativa financiada por la UE, ProLight-promete reducir hasta 885 toneladas de CO2 al año, aproximadamente la misma cantidad que las emisiones de 80 hogares europeos medios durante el mismo periodo. Pero, según los responsables del proyecto, esto es sólo el principio.
«Esta instalación genera unos 108 megavatios por hora al año, lo que cubre aproximadamente el 25% de las necesidades energéticas de los implicados», afirma Javier Zuazola, director comercial de Edinor, un fabricante español de semiconductores para energías renovables que apoya el proyecto. Según explica, la energía generada se utiliza inmediatamente, y el excedente se envía directamente a la red, lo que beneficia incluso a quienes aún no forman parte de la comunidad. «Un modelo de autoconsumo directo como éste reduce los costes de forma inmediata para familias y empresas».
Al igual que en Girona, el éxito de la iniciativa dependía de la voluntad de la comunidad de aceptar el cambio. No cabe duda de que los residentes se sienten atraídos por el proceso de unión comunitaria debido a su sencillez, ya que el registro para el servicio sólo tarda un mes tras la presentación de los documentos. El boca a boca también ayuda: apuntarse es más fácil cuando ves que otros conocidos hacen lo mismo. Sin embargo, el concepto de comunidades energéticas también parece apelar a la noción de un sentido de responsabilidad colectiva, especialmente hacia las generaciones futuras.
Sin embargo, José Mari Gorroño Etxebarrieta, alcalde de Guernica, señala que para ampliar estos esfuerzos hará falta algo más que buena voluntad. «Necesitamos muchas más comunidades como ésta para recopilar datos y comprender realmente los beneficios para las familias. […] Por eso la concienciación es crucial».
El Ayuntamiento ya está avanzando planes para instalar 272 paneles fotovoltaicos en el polideportivo local. También se está debatiendo la creación de un parque de ecoinnovación en la zona industrial y de un centro de formación profesional centrado en disciplinas medioambientales.
Sin embargo, establecer estas iniciativas fuera de España puede resultar complicado, ya que el marco legislativo de la UE para las comunidades energéticas aún está evolucionando. «El problema es que cada país tiene una normativa diferente», afirma Itziar Vidorreta, gestora de proyectos internacionales de Gaia, un importante Cluster de Tecnología y Digitalización del País Vasco -también implicado en ProLight-. «Lo que funciona en Gernika puede encontrarse con obstáculos legales diferentes en Alemania o Suecia. Por eso también estamos trabajando a través de ProLight y otras iniciativas similares para armonizar estas políticas a nivel europeo.»
No obstante, según Vidorreta, si se aplican en toda la UE, estas iniciativas podrían facilitar la transición de la sociedad hacia un estilo de vida más sostenible. Pero también subraya la importancia del compromiso local, especialmente a través de la cultura. «La cultura desempeña un papel fundamental», explica. «El Guernica, como símbolo histórico de libertad y resistencia, está profundamente arraigado en la identidad vasca y europea. Por ejemplo, incluir la Casa de Cultura en el proyecto ProLight ayuda a conectar con la gente a un nivel más profundo, […] con la esperanza de aumentar el sentido de responsabilidad colectiva hacia el medio ambiente».
Artículo escrito por Massimiliano Saltori.